martes, 6 de mayo de 2014

Visitando a mi yaya en Barcelona

Barcelona, majestuosa ciudad, con sus calles llenas de historia, sus edificios antiguos y con esa arquitectura única y fascinante, su Rambla llena de turistas, con sus tiendas, flores y arte. Tanto que ver, pero aún me falta mucho por descubrir y recorrer, por ahora me bajo en el tren y me subo al metro para llegar al Paralelo, que es donde vive mi abuela, el edificio es muy viejo, aunque restaurado, su piso es el último y tiene una gran terraza, desde donde se observa casi toda la ciudad. Mi yaya nos recibe con una sonrisa en su rostro, está muy feliz de vernos llegar, siempre luce su cabello bien peinado y pintado, sus uñas perfectas y bien vestida, es lindo verla a sus 94 años arreglada así, su memoria es envidiable, su único problema es que sufre de vértigo, cosa que repite muchas veces y se queja por eso, pero del resto luce muy bien, es preciosa, pequeñita de tamaño, sus pies calzan un 35, pero siempre ha sido muy coqueta. Le traemos comida para estar con ella y así compartir un rato y hacerle compañía, después de comer nos sentamos todos en su salita de estar, ahí tiene un televisor y nos disponemos a ver un programa mientras también ella nos conversa. Me fijo en los detalles de esa sala, me recuerdan a mi infancia, yo solía sentarme con ella y mi yoyo a ver también la tele, a leer o a dibujar, me gustaba dibujar sus muebles, aún los conservo y cada vez que los veo, me deleito con los detalles que de niña solía ponerle. Pienso que en cada mueble y objeto de esa casa, hay una historia o un recuerdo.

Mientras conversamos con ella, mi yaya se pone triste en una ocasión, pasó Nochebuena y Navidad solita en casa, el yoyo, el amor de su vida, yace ahora en una residencia, un día se cayó en la casa y tuvieron que llevarlo al hospital, bajo las recomendaciones del doctor, deberá quedarse en una residencia hasta que esté totalmente restablecido, esto es muy duro y difícil para él, que siempre pregunta cuando se irá a casa, pero ella que está más consciente, sabe que esto no será posible por el momento, ya que ellos dos solos en casa no pueden estar, hasta que él no esté bien del todo, por eso, en un momento ella entristece, recuerda cuando en otra época, celebraban esas fechas con la familia y con él, este año, le ha tocado estar solita en casa, y en su rostro resbalan unas lágrimas de tristeza y nostalgia. El corazón se me hace muy pequeño y me hace ver que la vida a veces es muy injusta, todos queremos tener un amor en nuestra vida para pasar la vejez acompañados y ella que tiene a su amor, por circunstancias de la vida no puede estar con el. Al rato me coloco acurrucada con mi cabeza en su hombro, con mi brazo derecho la abrazo y ella coloca su mano arriba, mientras me va haciendo cariños con sus dedos, está feliz, se siente querida y a mí me gusta estar ahí, con ese calorcito único de los abuelos, se siente suave y delicado, su olor es suave y su respiración fuerte me mece hasta dormirme. Ya llega la hora de marcharnos, mi yaya está muy contenta, nos acompaña hasta el ascensor, donde se despide muy animada y nos da las gracias por haber ido a verla, yo también estoy feliz, qué bonito es volver a disfrutar de mi abuelita. Volvemos a tomar el metro y después el tren, observo por la ventana el mar, que bordea toda la costa catalana, mi corazón está lleno de amor hacia mi familia y mi vida, tal vez no todo sea un jardín de rosas, pero tengo mucho que agradecerle a Dios.

1 comentario:

  1. Hola Natalia estas muy hermosa me da mucha alegría el saber que te encuentras bien muy hermosas tus fotos y tus comentarios DIOS te bendiga a ti y a toda tu familia besitos

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