lunes, 12 de mayo de 2014


Me despierta el timbre del teléfono, me deja un mensaje Marta para decirme que pronto me vendrán a  buscar para ir a caminar. Me desperezo y me estiro, me levantó y voy al baño a lavarme la cara y los dientes, voy a la cocina a prepararme un café con leche, mientras me lo voy bebiendo, me visto y organizo mi mochila con lo indispensable para salir. Me preparo un bocadillo de jamón y lleno el termo con agua. Me vuelven a mandar un mensaje para decirme que debo bajar porque ya llegaron. Me dirijo hacia el ascensor, bajo y abro la puerta hacia la calle, una brisa fría me congela la cara, me dirijo al coche donde me esperan Marta y Tomás, los saludo y nos dirigimos a nuestro destino, vamos hacia la montaña, donde variamos a veces el lugar, a la final, lo que importa es caminar, respirar aire puro, conversar y pasarla bien un rato. Estacionamos el coche, nos bajamos e iniciamos nuestro camino, está un poco nublado porque aún es temprano, hay mucho viento, eso hace que sintamos más frío que de costumbre, Marta y yo conversamos y como siempre nos reímos. Siento cansancio mientras comenzamos a subir, trato de no pensar en eso y concentrarme en los árboles y la vegetación alrededor, diviso a lo lejos el mar, que siempre acompaña mis días desde cualquier punto de la ciudad, eso es lo que me encanta de vivir aquí, observar el mar siempre en todo su esplendor, con sus diferentes tonalidades dependiendo del color del cielo. Seguimos subiendo, la respiración de los tres se siente más fuerte, pero aunque siento más cansancio y frío, me sigo concentrando en lo que hay en mi alrededor, Marta y Tomás, van mirando a los costados a ver si localizan alguna seta y pasan todo el camino buscando, yo, sin embargo, siempre tengo a punto mi cámara para ir tomando fotos de lo que me rodea; el camino, los árboles, las montañas, las piedras, las raíces, algún animalito o alguna casa, todo me parece interesante y hermoso, así que no dejo de tomar fotos. De vez en cuando nos pasan ciclistas que al igual que nosotros, toman esa ruta para ejercitarse, y una que otra vez gente que como nosotros, caminan o buscan setas. La mayor parte de la caminata transcurre en silencio, de vez en cuando se escucha el ruido de una sierra, o de alguna moto, pero siempre a lo lejos y por supuesto, Marta y yo muchas veces reventamos ese silencio con nuestras carcajadas, porque siempre estamos alegres, conversamos y reímos. Llegamos a un restaurant donde nos sentamos adentro al lado de una chimenea, pedimos unas cervezas y sacamos nuestros bocadillos, Tomás se pone a leer el periódico en catalán, mientras todos conversamos, nos quedamos un buen rato ahí, se siente tan bien estar resguardado un poco del frío, y la chimenea se ve tan perfecta ahí puesta, parece sacada de una postal, por eso no dudo en tomarle igualmente una fotografía. Terminamos de desayunar y nos disponemos a regresar, ahora se hace un poco más suave, así que comenzamos a bajar la montaña, el día mejora, ya , no se ven nubes en el cielo y ahora el sol nos calienta, así que se hace mejor el regreso, yo sigo maravillándome con el paisaje, aunque a muchos les parezca aburrido y monótono, a mí siempre me asombra y me deslumbra. Ya casi llegamos, unos cuantos metros del coche, vemos un limonero que sobresale de una casa, así que le quitamos unos pocos limones de los más grandes y amarillos que tiene, su olor es intenso y grandes en tamaño. Y así seguimos hasta el coche donde acaba nuestra caminata por ese día.


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